Existen dos motivos por los que el verano se convierte en un factor de riesgo proctológico. En primer lugar, el calor. Al sudar mas, perdemos más líquidos, que no siempre reponemos correctamente, luego las heces tienden a compactarse. Por otra parte, los desplazamientos o viajes propios de esta época hacen que cambiemos nuestros hábitos corporales en general (horarios…), pero sobre todo la dieta. Tomamos menos fibra. Además, solemos incrementar el consumo de bebidas alcohólicas, así como la toma de comidas fuertes, especiadas y picantes (embutidos con pimentón…).
Todo ello hace que sea muy común la aparición de una triste compañera de ese idílico veraneo que tanto esperamos. Una trombosis hemorroidal externa.
Aparecen en cuestión de horas. Comienza por una molestia, sensación de escozor o peso en la región anal. Casi siempre después de un esfuerzo defecatorio. A la mañana siguiente nos levantamos con un bulto que puede variar en tamaño desde un centímetro hasta alcanzar proporciones verdaderamente escandalosas. El dolor que se produce es variable en intensidad dependiendo del tamaño de la hemorroide, pero se caracteriza por ser constante. Si lo miramos con un espejo, veremos una lesión del tamaño de un garbanzo o una aceituna, generalmente de color violáceo por el coágulo de sangre que vive en su interior.
Una vez formado el trombo, lo que tiene que hacer el organismo es disolverlo, reabsorberlo. Para ello, las pautas de tratamiento son las siguientes.
- Hacer una dieta rica en fruta y fibra, beber mucha agua para que las heces sean los más blandas posible. NO ES BUENA la DIARREA. Es decir, no hay que pasarse con la fruta. Si hiciera falta, usar un laxante al que estemos acostumbrados para conseguir una deposición diaria.
- Tomar un anti inflamatorio. Ibuprofeno 600, un comprimido cada 12 horas si no tiene antecedentes ulcerosos. Esto ayudará a superar esa sensación de presión e inflamación local, además de favorecer la disolución del coágulo.
- Tomar un venotónico. Son medicamentos que lo que hacen es favorecer el retorno venoso, mejorar la circulación sanguínea venosa de vuelta al corazón. Por ejemplo, Daflon 500, un comprimido cada ocho horas.
- Capítulo pomadas: no existe una pomada mejor ni peor que otra. La mayoría de los pacientes se decantan por una u otra en función del excipiente que llevan. Unas son mas neutras y otras tienen mentol que general un efecto refrescante. Casi todas llevan corticoide en su fórmula que actúa como anti inflamatorio. Hay que dejar claro que éstas no van a disolver el coágulo que hay dentro de la vena trombosada ni acortan el periodo de convalecencia. Son nuestros propios mecanismos de trombolisis y cicatrización los que se encargan de hacerlo. De todas formas, producen un alivio sintomático ya que casi todas llevan algo de anestesia local tópica.
- Reposo relativo. Los humanos somos los únicos mamíferos que sufrimos hemorroides porque estamos de pié. La sangre cuando estamos en bipedestación pesa y se congestionan los plexos hemorroidales. Por eso, el permanecer el mayor tiempo posible tumbado, mejora la presión hidrostática en la zona y favorece que se desinflamen las hemorroides.
- Si todo esto fracasa, y la evolución clínica no es buena, lo siguiente sería visitar al proctólogo o en su defecto a un cirujano general para que haga bajo anestesia local una trombectomía. Se trata de hacer un pequeño corte en la superficie a tensión del nódulo hemorroidal para que salga el coágulo de sangre y la mejora es instantánea. En manos delicadas, las molestias que produce este procedimiento son mínimas y el paciente al día siguiente puede hacer una vida rigurosamente normal, bañarse en el mar etc…
¡FELIZ VERANO A TODOS!
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